Sepa defender su fe - 6ª parte
Entonces hubo discusión entre los discípulos de Juan y un judío acerca de la purificación. Y fueron a Juan y le dijeron: «Rabí, Aquel que estaba con usted al otro lado del Jordán, de quien usted ha dado testimonio, está bautizando, y todos van a Él». Respondió Juan y dijo: «El hombre no puede recibir nada si no le es dado del cielo. Ustedes mismos me son testigos de que dije: “Yo no soy el Cristo”, sino que he sido enviado delante de Él. El que tiene a la novia es el novio; pero el amigo del novio, que está allí y le oye, se alegra en gran manera con la voz del novio. Así pues, este gozo mío se ha completado. Es necesario que Él crezca, y que yo disminuya. El que viene de arriba está por encima de todos; el que es de la tierra es terrenal y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos».
Juan 3:25-31 (LBLA)
“Entonces hubo discusión entre los discípulos” — observe que las discusiones siempre han existido y seguirán existiendo entre los que creen. Tener fe en Dios y poseer el Espíritu Santo no elimina automáticamente nuestras suposiciones e ideas propias. Es necesario que voluntariamente sometamos nuestra mente a la Mente de Cristo para que tengamos un mismo pensar¹. Pero, como muchos cristianos no lo hacen, el diablo se aprovecha y lleva a quienes creen en Dios a debatir y discutir opiniones, en vez de enfocarse en el objetivo principal, que es la salvación.
En este pasaje, se percibe que los discípulos de Juan el Bautista mostraron un cierto celo al ver que Jesús estaba bautizando y atrayendo multitudes. Si Juan el Bautista hubiese sido carnal, fácilmente se habría contaminado con aquel espíritu que viajaba en las palabras de sus discípulos y les habría seguido la corriente: “¿De verdad? ¿Había mucha gente allí? ¿Y alguien preguntó por mí?…”
Sin embargo, por medio del Espíritu Santo, Juan el Bautista dio una de las mayores lecciones sobre cómo defender la fe contra el espíritu de celos, envidia y autopromoción:
Es necesario que Él crezca y que yo disminuya.
La verdadera y más pura fe nos lleva a desear que Jesús se manifieste cada vez más en nosotros, y que nuestro “yo” desaparezca.
Juan el Bautista supo cuál era su lugar. Él vino para preparar el camino del Señor Jesús. No vino para destacar más que Él, ni para dividir Su gloria.
En un mundo donde la mayoría desea brillar, obtener fama, seguidores, dinero y gloria, muchos se han perdido en la búsqueda de esta ilusión. Lamentablemente, muchos cristianos e incluso pastores han perdido la oportunidad de ser como Juan el Bautista y, sin querer, están buscando un poco de la gloria de Jesús para sí mismos. Por eso, sin darse cuenta, van perdiendo la fe.
El que viene del cielo está por encima de todos. A nosotros nos basta con estar bajo Su autoridad.
«El que habla por su propia cuenta busca su propia gloria; pero el que busca la gloria del que lo envió, este es verdadero, y no hay injusticia en Él».
Juan 7:18 (LBLA)
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¹ Les ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos se pongan de acuerdo y que no haya divisiones entre ustedes, sino que estén enteramente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer.
1 Corintios 1:10 (LBLA)