Sepa defender su fe - 3ª parte
Los primeros hijos de Adán y Eva nacieron con talentos y naturalezas distintas.
Caín era labrador y estaba marcado por la envidia; Abel, pastor de ovejas y desprendido.
Es probable que el buen carácter de Abel haya despertado la maldad en Caín. En la práctica, no había motivo para tal sentimiento, pues toda la tierra estaba a disposición de ambos, permitiéndoles elegir libremente dónde desarrollar sus habilidades. No obstante, el "ego" de Caín no combinaba con el de Abel.
Así sucede muchas veces: el mal carácter de los "hermalos" se refleja en sus actitudes,
incluso en sus ofrendas. Dios rechazó la ofrenda de Caín de la misma forma en que rechaza la de todos los que tienen un corazón perverso, aunque se presenten como "hermalos".
El Altar pesa el espíritu del ofrendante. El hipócrita puede engañar a los sinceros y puros de
corazón,
¡pero nunca al ESPÍRITU del Altar!
Caín soportó a Abel hasta el día de la presentación del sacrificio, su "día D".
Quizás deseaba probar su espiritualidad a través de su ofrenda, en un intento de competencia.
Al fin y al cabo, los malos siempre quieren competir con los buenos para demostrar su
supuesta superioridad. Sin embargo, ante el Altar, el Justo Juez no deja que nada pase
desapercibido.
Caín fue rechazado, mientras que la ofrenda de Abel agradó al Señor.
Eso fue la gota que colmó el vaso. Movido por la envidia, Caín no resistió. En la primera
oportunidad, mató a su hermano. Pero la muerte de Abel no silenció su voz. Al contrario, su sangre clamó desde la tierra con aún más fuerza, como declaró el Señor:
"¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a Mí desde la tierra." (Génesis 4:10)
Caín perdió: fue maldito por el resto de su vida. Abel venció: fue justificado delante de Dios, salvo y, aun hoy, su historia habla.
"Por la fe, Abel ofreció a Dios un sacrificio más excelente que Caín, por el cual obtuvo testimonio de ser justo,teniendo la aprobación de Dios en cuanto a sus ofrendas. Por medio de ella, aun después de muerto, todavía habla." (Hebreos 11:4)Atención: Tenga mucho cuidado al tratar con los "hermalos". Muchas veces, son más peligrosos
que los incrédulos declarados.
Como sepulcros blanqueados, esperan pacientemente la oportunidad de devorar a los sinceros y puros en la fe.
Toda precaución es poca.
"Pero ahora os he escrito que no os asociéis con alguno que, llamándose hermano, sea fornicario,o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal, ni siquiera comáis." (1 Corintios 5:11)