Dios estableció un orden perfecto desde el principio. En la creación, todo tuvo un propósito y un momento adecuado. Pero cuando el ser humano decidió actuar fuera de la dirección de Dios, el desorden entró en la vida del ser humano y en el mundo.
Jesús nos recordó la clave del orden: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.” Mateo 22:37
Eso significa que Dios no debe ser una parte más de nuestra rutina, sino el centro que guía cada área de nuestra existencia.
Cuando Dios ocupa el primer lugar, hay paz, claridad y equilibrio. Cuando no lo hace, las decisiones se basan en emociones y el resultado es confusión y desgaste.
- El orden divino es:
- Dios en primer lugar
- La persona en sí misma
- La pareja
- La familia
- El trabajo
- Y lo demás.
- Respetar este orden no limita, sino que protege y da sentido a la vida.
Jesús lo resumió así: “Buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás os será añadido” (Mateo 6:33).
Poner a Dios en el centro es restaurar el orden perdido.
Si algo está fuera de lugar, no se trata de empezar de nuevo, sino de volver a darle a Dios el lugar que siempre le ha correspondido: El Primer Lugar.









